La asignatura de Historia de las Relaciones entre Panamá y EE.UU. se ha construido desde la trinchera de la historia crítica, y con la mirada panameña, desde adentro, contando las historias de expansión y dominación de los EE.UU. en Panamá, que inició como protector de la nueva república transformándose inmediatamente en conquistador y amo. El énfasis en las relaciones entre Panamá y EE.UU. teje un hilo conductor que une y da sentido a estas historias que vinculan a dos actores principales: un imperio contemporáneo en expansión y una nación pequeña, estratégica y frágil en busca de su supervivencia y soberanía nacional.
Esta historia tiene la particularidad de enfatizar las relaciones de poder entre los actores, y en sus relaciones de simbiosis (para la separación de Colombia, la construcción del anhelado Canal y el saneamiento de las ciudades de Panamá y Colón principalmente) y de atropello a la soberanía de Panamá (las múltiples intervenciones, invasiones y ocupaciones militares de EE.UU.) en esa difícil e inevitable relación entre Panamá y EE.UU. durante parte del siglo XIX, todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Para estudiar esta asignatura, debemos cultivar ese ‘rencor bueno', como diría Armas Marcelo, ése que estimula y desarrolla la memoria, alimentando el instinto de supervivencia de nuestra nación. Esta historia de Panamá incluye un amplio repertorio de relatos en su historia crítica que ofrece episodios de sometimiento por la fuerza militar (siendo la invasión del 89 el ejemplo más reciente y cruel) entre otros relatos heroicos, como las historias de movilizaciones populares y estudiantiles por la soberanía nacional, predecesoras a la gloriosa gesta del 9 de Enero, las cuales conducen, en un relevo generacional, a la nacionalización del Canal, a la descolonización de la Zona del Canal y la eliminación de las bases militares estadounidenses acantonadas en nuestro país. El historiador panameño Ricardo Ríos Torres1 interpreta esta historia de Panamá como ‘La épica de la soberanía' en su ensayo más reciente con el mismo título. Y recomienda también que la nueva generación de maestros imparta la asignatura ‘sembrando banderas en los corazones de las nuevas generaciones de panameños', en una hermosa metáfora que defiende la necesidad de comunicar autoestima y amor por la propia historia nacional —como valores que sustentan la enseñanza y aprendizaje de esta cátedra.
Por otra parte, en el estudio de los contenidos de esta narrativa histórica sería injusto excluir la participación del expresidente James Carter, quien representa el mejor rostro de la sociedad estadounidense y su tradición defensora de los derechos civiles, quien contribuyó significativamente en la descolonización de Panamá desde el otro lado de la historia que compartimos con ese país. Además, hay que destacar que la historia de las relaciones entre Panamá y EE.UU. pertenece a la fase más reciente de nuestra larga historia de conquista, colonizaciones y anexiones, convirtiéndose en columna vertebral de los procesos de construcción de la identidad panameña. La historia de las relaciones entre Panamá y EE.UU. no ha cerrado aún su ciclo o fase, porque está viva aún, como lo comprueba la invasión en 1989, y las más recientes y hostiles imposiciones de la OCDE a nuestro sistema financiero. No sucede lo mismo con las épocas hispánica y colombiana de nuestro recorrido histórico, que fueron superadas, argumento que justifica el estudio especializado de la historia de las relaciones entre Panamá y EE.UU., en una asignatura específica y autónoma.